Después de eso, Asterin comenzó a visitar a Luka con frecuencia, contándole cómo Jesús venció a la muerte y compartiéndole sus experiencias. Esas historias traían paz al corazón de Luka. Al final, creyó y entregó su vida a Dios.
Pasaron dos semanas; el tiempo se acababa, pero Luka ya no tenía miedo. Confiaba en que, si Dios lo salvaba de la muerte, estaba bien; y si no, también estaría bien, porque Él lo amaba y todo era por un propósito. Gracias a las palabras de Asterin, la sombra del miedo desapareció de su habitación. Luka ya no veía un reloj de arena en su suero, sino estrellas iluminando su cuarto.
Un día llegó Elías con un brillo diferente en su rostro. Los dos amigos se abrazaron y, al mismo tiempo, dijeron: —¡Tengo algo que contarte!
Resulta que Ethan, un amigo de Elías del grupo de los populares, le contó la historia de cómo Jesús y Dios, su Padre, cambiaron su vida, y de cómo dejó atrás las máscaras para siempre. Le habló de que Dios es un Padre de amor y consuelo, y que, si morimos, hallamos reposo en Él. Elías le contaba todo emocionado, mientras Luka reía en una parte y luego lo escuchaba con atención.
—¿Y tú qué tienes para contarme? —le preguntó Elías—. ¿A qué vino esa risa?
Luka entonces le relató la historia de cómo una joven vino a visitarlo después de recibir una mala noticia, y cómo las historias y experiencias que compartió lo transformaron internamente. Le contó cómo dejó el miedo atrás y cómo llegó a creer. Los dos amigos se miraron, riéndose por la coincidencia… o, más bien, por la conexión que el Padre había tejido para ellos desde el principio.
En la última semana de su vida, Luka se dedicó a hablarles a varias personas desconsoladas en el hospital. Elías, Asterin e incluso Ethan lo visitaban, y juntos le hablaron a sus padres sobre Dios. Ellos también creyeron.
Finalmente, Luka murió físicamente, pero su espíritu jamás murió. Ahora es feliz con su Padre Celestial, sabiendo que cumplió su tarea aquí en la Tierra. A Elías le dolió mucho tener que soltar a Luka, pero lo hizo. Gracias a eso, se convirtió en alguien que alcanzó a muchas personas. No a multitudes, pero sí a algunos, ayudándolos a formar su carácter y una fe increíble.
Asterin, Elías y Ethan se hicieron grandes amigos, al punto de quererse como hermanos. Juntos formaron un equipo difícil de separar y llevaron esperanza a muchos corazones, trayendo a muchas personas de vuelta...
a la casa de su Padre Dios.