Un puente hacia la Eternidad
Autora: Corazón de Fuego
Esta es la historia de dos amigos. Ellos eran muy unidos desde pequeños: jugaban, estudiaban y charlaban durante horas. Les gustaba caminar por el malecón, cerca de la playa de su ciudad. Los años pasaron y la amistad crecía cada vez más, hasta que, cuando ya tenían 13 años, Luka se enfermó de un día para otro.

Resulta que, el día anterior, habían jugado y caminado bajo la lluvia. Al cabo de una semana, en vez de mejorar, empeoró. Los padres lo llevaron al hospital, lo cual causó preocupación en todos, incluyendo a su amigo Elías. Mientras Luka estaba en el hospital, todo se iba poniendo más serio con el transcurso de los días.

Él sabía que algo pasaba; los doctores y sus familiares lo miraban muy preocupados. Incluso vio cómo su mamá lloraba abrazada a su papá mientras el doctor les hablaba. Pero, por alguna razón, solo había silencio. Después de unos días, se enteró de la verdad: sí, tenía una pequeña gripe, pero habían descubierto algo más… Luka tenía cáncer. Iba a morir a no ser que le hicieran una operación muy cara.

Elías quedó devastado cuando sus padres le contaron aquella noticia, ya que nunca había tenido otro amigo; el único que tenía estaba a punto de morir. Mientras tanto, Luka tenía miedo de morir. Así los dos amigos comenzaron a verse nuevamente; pero ahora en aquel hospital de paredes blancas, lleno de silencio, temor y ansiedad.

Los doctores y sus familiares lo miraban muy preocupados.
Pero, por alguna razón, solo había silencio.

Un día, mientras Luka se aburría en su habitación del hospital como siempre, entró una niña de cabello rubio, ojos azules y un vestido muy sencillo. Traía flores en las manos y en su rostro se notaba una profunda tristeza, además de un moretón en su brazo.

Cuando la niña se dio cuenta de dónde estaba, su cara se llenó de sorpresa, y Luka también se sorprendió.

—Lo lamento, me confundí de habitación —dijo la pequeña.
—No pasa nada —le respondió Luka con una sonrisa—. Normalmente estoy solo, así que ver a alguien es como ver una estrella en plena oscuridad, jijiji. Me llamo Luka, ¿y tú?
—Soy Asterin, —contestó sonriendo la niña.
—¿Qué haces aquí? —preguntó el niño con curiosidad.
—Mi mamá está enferma —la cara cálida y llena de luz de Asterin cambió a una expresión con lágrimas en los ojos—. Pronto morirá, por eso vine a visitarla.
—Uy… lo lamento mucho, Asterin —dijo Luka, lamentándose por haberle preguntado.
—No te preocupes. ¿Y tú por qué estás aquí? —dijo la pequeña, cambiando el tema.
—Tengo cáncer —dijo Luka, bajando la cabeza—. No es que quiera estar aquí, —dijo con tono de humorista y una sonrisa.
—¿Y cómo haces para seguir sonriendo? —preguntó curiosa—. ¿No tienes miedo?
—Sí, lo tengo, y mucho. Pero, ¿sabes? A veces una sonrisa puede calmar un mar —contestó Luka —, así como una conversación… o una persona que se confundió y terminó entrando por mi puerta.
—… sí… tal vez —dijo la chica con un toque de duda y una risita nerviosa—. Lo siento, me tengo que ir. ¡Fue un gusto conocerte, Luka!
—Igualmente, Asterin —le respondió el muchacho con una cálida sonrisa.

Después de esa extraña visita, la chica no volvió.
Normalmente estoy solo, ver a alguien
es como descubrir una estrella en plena oscuridad.

El tiempo pasó y los jóvenes crecieron. Ya no eran los mismos niños que no temían a nada; ahora habían cambiado por completo. Elías ya estaba en secundaria y era parte del grupo popular. Pero, aunque estaba rodeado de amigos y amigas, se sentía solo. Él sabía que ninguno de ellos era un verdadero amigo; solo lo usaban.

Mientras tanto, Luka seguía en el hospital, de medicina en medicina, prueba tras prueba, acompañado solo por las visitas ocasionales de sus padres, de Elías… y de su soledad. Su único acompañante constante era el miedo y la tristeza. Tenía mucho miedo de lo que le pasaría. Por alguna extraña razón, lo único que veía en su suero era como un reloj de arena.

Un día, terminó mirando su suero con lágrimas a punto de brotar. El doctor acababa de darle una noticia que sacudió su mundo: solo le quedaba un mes de vida. Pero, en cuanto el doctor salió, alguien más entró. Luka giró la cabeza pensando que sería Elías o algún familiar, pero no… resultó ser una chica de cabello rubio y ojos azules.

El joven se extrañó al ver a alguien diferente, aunque le resultaba familiar, como si ya la conociera, pero no sabía de dónde. La joven se acercó, le sonrió y le dijo:

—Hola. Tal vez no te acuerdes de mí… soy Asterin, aquella niña que te vino a visitar.

En cuanto Asterin dijo eso, Luka la recordó. Le devolvió la sonrisa y le dijo: —¿De nuevo te perdiste? ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu mamá? ¿Qué haces aquí?

—Bueno… mi mamá murió —le dijo Asterin con un tono triste—. Realmente no pensaba volver a este lugar. Pero… aquí estoy.
—¿Por qué volviste entonces? —preguntó Luka con curiosidad.
—Pues… Volví porque me acordé de ti luego de que Jesús cambió mi vida —le contestó con un brillo en los ojos—, y puede cambiar la tuya. Así que pensé que tal vez habría una oportunidad de hablarte de Él.
—¿Crees que un simple cuento de hadas me salvará? —dijo Luka, un poco molesto—. Es solo fantasía. No entiendo cómo eso te puede ayudar.
—Estuve en tu posición —esa respuesta de Asterin sacudió a Luka—. Digo… no estuve en una cama o enferma, pero sí sola y triste. Una vez estuve muy sola; la soledad me abrazó, y con ella el miedo. Tenía mucho miedo de no tener a nadie a mi lado después de lo que le pasó a mi mamá. Pero entonces apareció Él. Me cambió la vida y ahora entiendo que Su amor no nos deja solos, tanto en la vida como en la muerte.

Lo único que veía en su suero
era un reloj de arena.

Después de eso, Asterin comenzó a visitar a Luka con frecuencia, contándole cómo Jesús venció a la muerte y compartiéndole sus experiencias. Esas historias traían paz al corazón de Luka. Al final, creyó y entregó su vida a Dios.

Pasaron dos semanas; el tiempo se acababa, pero Luka ya no tenía miedo. Confiaba en que, si Dios lo salvaba de la muerte, estaba bien; y si no, también estaría bien, porque Él lo amaba y todo era por un propósito. Gracias a las palabras de Asterin, la sombra del miedo desapareció de su habitación. Luka ya no veía un reloj de arena en su suero, sino estrellas iluminando su cuarto.

Un día llegó Elías con un brillo diferente en su rostro. Los dos amigos se abrazaron y, al mismo tiempo, dijeron: —¡Tengo algo que contarte!

Resulta que Ethan, un amigo de Elías del grupo de los populares, le contó la historia de cómo Jesús y Dios, su Padre, cambiaron su vida, y de cómo dejó atrás las máscaras para siempre. Le habló de que Dios es un Padre de amor y consuelo, y que, si morimos, hallamos reposo en Él. Elías le contaba todo emocionado, mientras Luka reía en una parte y luego lo escuchaba con atención.

—¿Y tú qué tienes para contarme? —le preguntó Elías—. ¿A qué vino esa risa?

Luka entonces le relató la historia de cómo una joven vino a visitarlo después de recibir una mala noticia, y cómo las historias y experiencias que compartió lo transformaron internamente. Le contó cómo dejó el miedo atrás y cómo llegó a creer. Los dos amigos se miraron, riéndose por la coincidencia… o, más bien, por la conexión que el Padre había tejido para ellos desde el principio.

En la última semana de su vida, Luka se dedicó a hablarles a varias personas desconsoladas en el hospital. Elías, Asterin e incluso Ethan lo visitaban, y juntos le hablaron a sus padres sobre Dios. Ellos también creyeron.

Finalmente, Luka murió físicamente, pero su espíritu jamás murió. Ahora es feliz con su Padre Celestial, sabiendo que cumplió su tarea aquí en la Tierra. A Elías le dolió mucho tener que soltar a Luka, pero lo hizo. Gracias a eso, se convirtió en alguien que alcanzó a muchas personas. No a multitudes, pero sí a algunos, ayudándolos a formar su carácter y una fe increíble.

Asterin, Elías y Ethan se hicieron grandes amigos, al punto de quererse como hermanos. Juntos formaron un equipo difícil de separar y llevaron esperanza a muchos corazones, trayendo a muchas personas de vuelta...

a la casa de su Padre Dios.



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