El regreso del Príncipe
Autora: Corazón de Fuego
Había una vez un príncipe llamado Daniel. Era hijo del Rey y la Reina, y tenía muchos hermanos y hermanas, todos con talentos y misiones extraordinarias. Daniel era justo y sabio; le gustaba que todo fuera equitativo, medido con justicia para todos. Pero el enemigo del Reino siempre intentaba separarlo de su familia, porque si lograba apartarlo, Daniel sería una gran arma a favor del Reino de la Oscuridad.

Daniel creció, y el príncipe de las tinieblas comenzó a maquinar sus planes contra él. El enemigo envió personas desde el pueblo e incluso desde dentro del castillo para engañarlo y confundirlo. Daniel empezó a acercarse a esas personas necias… y poco a poco comenzó a contaminarse. Llegó un momento en que no pudo resistirse más. Quería todo lo que ellos ofrecían, sin importar el costo.

Un día, paseando por el castillo, recordó una vieja puerta que llevaba a las afueras. Solo quienes vivían allí sabían de su existencia. Corrió hacia ella con una falsa seguridad: pensaba que escapar le daría libertad. La puerta ya estaba abierta así que salió del castillo y caminó hasta llegar al inicio del bosque. Allí, tuvo un encuentro con el príncipe de la oscuridad. Este le ofreció una espada y le dijo:

—Todo lo que desees lo podrás obtener con un solo toque de esta espada.

Daniel aceptó. Se quedó en el bosque solo y, mientras pasaba el tiempo, se volvió egoísta, orgulloso y rebelde. Con un solo toque de su espada, obtenía lo que quería… pero también hería a los demás, profundamente, sin remordimiento.

Daniel empezó a acercarse a esas personas necias,
y poco a poco comenzó a contaminarse

Un día, vio algo extraño entre los árboles. Se adentró para ver mejor, y allí encontró una figura de luz.

—Hola, Daniel. Te estaba esperando —dijo la figura.

—¿Y para qué? ¿Sabes lo que le pasa a los que se cruzan en mi camino? —respondió él, con arrogancia.

—Sí —dijo la figura—, pero eso ya se acabó. Tu familia te espera… y el Gran Rey también. Tú no eres Danus, eres Daniel. Es hora de tomar tu lugar. ¿No lo ves?
No llevas una espada… llevas cadenas. Es hora de despertar.

Cada palabra lo atravesó y se quedó sin habla. De pronto, una ráfaga de viento agitó los árboles y, cuando volvió a mirar, ya no había nadie. Miró su reflejo en una charca cercana: su capa había volado… y las cenizas que cubrían su cuerpo comenzaban a desprenderse. Entonces sintió un alivio profundo. Soltó la espada en el suelo y susurró con el corazón quebrado:

—¿Qué he hecho?… Solo te pido, mi Rey… que me perdones.

Entonces, descendió del cielo un rollo sellado. Al abrirlo, encontró tres cosas:
Un león, un diario, y una trompeta… no una común, sino una que hacía temblar la tierra y llevaba la voz del Gran Rey, allí donde debía ser escuchada.

Su capa había volado… y las cenizas que cubrían su cuerpo comenzaban a desprenderse

Daniel decidió regresar a su hogar, al lugar que tanto amaba y del que se había alejado. El camino no fue fácil. Voces oscuras intentaron desviarlo. Obstáculos se interponían constantemente. Pero él siguió adelante. Cuando llegó al castillo, fue recibido con amor y calidez por todos… incluyendo al Gran Rey. Al verlo, Daniel bajó la cabeza y, con lágrimas corriendo por sus mejillas, se arrodilló ante Él.

—No merezco tu perdón —dijo—. He hecho muchas cosas que no estaban en tu voluntad. Me alejé de ti… y de mi familia. Fui egoísta. Solo espero ser bienvenido.

El Gran Rey lo miró con ternura, le levantó el rostro y le dijo:

—Hijo mío, yo te amo y te perdono. Siempre estuve contigo, esperando el día de tu regreso. Y cuando sientas que no estoy cerca… solo mira al cielo. Allí verás luz en medio de la oscuridad. Y me encontrarás.

Desde ese día, Daniel volvió a vivir en el castillo. No era perfecto. Seguía enfrentando pruebas. Pero ahora luchaba cada día por hacer lo correcto. Se dice que a veces sube a la azotea del castillo con su diario y su pluma… y allí escribe. Otras veces, simplemente contempla las estrellas.

También cuentan que cuando canta o toca su trompeta, ocurren maravillas.
Y que todos pueden escuchar… no su voz, sino la voz del Gran Rey a través de él. Y como esta… hay miles de historias. Solo diré que quien te la cuenta es alguien que ha estado junto al príncipe desde el día en que nació. Alguien que lo ha ayudado, acompañado
… y ha vivido muchas aventuras con él.
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Tilda