Cuento antes de Dormir
Autora: Cuervo Blanco
La hermana mayor se acercó a sus hermanos y les dijo:
–Bueno, mis queridos hermanitos, es hora de dormir.
– ¿En serio? ¿Tan pronto? –Respondieron ellos.
– Sí. –ella aseguró. Mientras ellos le rogaban:
– Oh, por favor, hermana, ¿podrías contarnos un cuento antes de dormir? Prometemos dormirnos en cuanto termines.
– Está bien, aquí va. –Dijo la hermana sonriendo
– ¡Sí! –Celebraron ellos.
Todos juntos se acurrucaron y la hermana comenzó a narrar:

En una tierra muy lejana de aquí, pero muy cerca del sol, había una pequeña princesa. El rey le había dado un nombre secreto, incluso para ella misma en ese momento. La niña tenía que emprender su propio viaje para descubrirlo, y solo entonces podría convertirse algún día en reina.

Mientras tanto, el príncipe de la oscuridad notó que, si la pequeña princesa encontraba su nombre y era coronada, sería un gran peligro para el reino del mal. La princesa se convirtió en una joven hermosa, y la oscuridad seguía tendiéndole trampas y maldiciones para hacerla perder el camino.

Fue así como el mal la hizo creer que su papá no la amaba. Ella se puso muy triste y se alejó de la luz, pero en el fondo quería herir a su papá.
El rey le había dado un nombre secreto y,
ella tenía que emprender su propio viaje para descubrirlo
– Su papá no la abandonaría, ¿verdad? ¿O sí? – Interrumpió el pequeño hermano.

Lo que ustedes no saben, y lo que el príncipe de la oscuridad no comprendía, es que el rey tenía un plan maravilloso, y usaría todo ese caos para un bien tan grande, que ni su propia hija podría imaginarlo.

– ¡Apuesto a que todos esos planes malvados contra la princesa… –dijo la hermanita, mientras el hermano la interrumpía para terminar la frase:
–el rey los usaría para ayudarla a encontrar su nombre!
– ¡Guau! Exacto –Les dijo la hermana mientras sonreía y se disponía a continuar contando.

Un día, la princesa perdida conoció a un príncipe del reino que también había perdido su camino.

–¿En serio? ¿Él? –interrumpió la niña
–Shhhhh– la calló su hermano.
– Aquí viene la parte romántica. –continuó ella sin poder contener la emoción.

El rey había planeado este encuentro maravilloso a sus espaldas, y lo que ninguno de los dos sabía era la gran aventura que estaban a punto de comenzar juntos. Estaban perdidos, pero encontrarse el uno al otro les ayudaría a encontrarse a sí mismos.

– Es como encontrar a alguien que te ayude a usar la brújula en casa, ¿es así, no? –preguntó el niño
–Sí. –Respondió su hermana

El príncipe de la oscuridad no dormía. Se volvió furioso al verlos regresar al camino de la luz. Pero el rey siempre tenía a sus ejércitos luchando a su favor, en batallas tan épicas que solo podían contarlas quienes subían para verlas.
El Rey tenía un plan maravilloso, y usaría todo ese caos
para un bien tan grande.
Tiempos difíciles llegaron en medio de muchos desiertos, y caminaban juntos por una cuerda floja hacia el futuro. Mantener el equilibrio y la calma se volvía cada vez más difícil, hasta que un día la princesa gritó entre lágrimas y dijo:
—¡Abba! ¿Dónde estás? ¿Dónde está mi nombre?—Y se quedó dormida.

Entonces, la princesa se vio en un lugar muy oscuro, y sintió que sus manos ardían. Todo su cuerpo se llenó de luz como un fuego blanco, y estaba en un lugar tan alto que podía tocar las galaxias con la punta de los dedos. Respiraba agitadamente, con una risa llena de alegría y energía, hasta que despertó y dijo: —¡Lo entiendo!

Cuando miró a su lado, estaban las aguas de sus lágrimas convertidas en flores doradas, y entre ellas estaba el hombre que había estado a su lado todo ese tiempo. Miró sus pies, y furiosamente los sacó de la arena del desierto donde estaban. Rápidamente tomó a su amado de la mano y corrieron juntos.

– ¿A dónde fueron? –Preguntó la niña

Son como el viento, nadie sabe exactamente a dónde van, y a veces ni ellos mismos lo saben. Pero algo es seguro: de la mano del Rey, siempre irán a un buen lugar. Otros reyes, reinas, príncipes y generales vivirían en algunos relatos sobre sus aventuras. Se decía que de sus cicatrices salía luz, y que siempre caminaba descalza. Incluso hoy, con su canto, daba órdenes desde lo alto, porque llevaba el anillo de autoridad. Y sobre él, se decía que tenía una llave tan única, que lo que abría nadie podía cerrar, y lo que cerraba nadie podía abrir.

—¡Eso es genial! –dijo la niña– ¿Y sobre su amor? ¿Qué dice la historia?
Nadie sabe exactamente a dónde van, pero algo es seguro: de la mano del Rey, siempre irán a un buen lugar.
Un amor probado por el fuego, puro y brillante, hecha con una cuerda triple, que con delicadeza se teje a mano cada día. Y al mismo tiempo indestructible, y protegido con fiereza. Tuvieron muchos hijos, un linaje de reyes y reinas tan poderoso que perduraría incluso después de que las estrellas cayeran del cielo.

—Pero ¿qué hay de Su Papá? ¿Estaba todo bien entre ellos? –Preguntó la niña muy preocupada. –¿Y su nombre? Ya lo sabe, ¿verdad? ¿Qué hay de su coronación entonces?

Un día, mientras dormía, los rayos del sol acariciaron sus ojos. Despertó en un lugar peculiar, con un perfume agradable en el aire. Vio un gran balcón tocado por las nubes y caminó al frente. Deslumbrada por la vista, se sorprendió al darse cuenta de que la luz que la había despertado eran los ojos de su papá. Corrió, y dándole un gran abrazo, le dijo:

—Abba, mi Rey, siempre estuviste conmigo, ¡incluso cuando no lo veía! Ahora estoy segura de haber encontrado mi nombre, gracias a ti. Creo que estoy lista para ser la reina que siempre quisiste que fuera.

El rey la miró con amor y, dibujando una sonrisa, le dijo:

—Oh, mi pequeña… ya lo eres.

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Tilda